La recogí, pero distraídamente cogí de la bolsita una piedra y la eché al agua.Luego saqué otra y así seguí echando otras piedras al agua por juego, una después de la otras.Salió el sol y llegó la luz. Ahora ya me había quedado una sola piedra, la tenía apretada en la palma de la mano y por poco no me desvanecí cuando me di cuenta de que aquella piedra iluminada por los rayos del sol no era una piedra cualquiera, sino una piedra preciosa. En mi oscuridad eché una bolsita entera de piedras preciosas. Perdí una fortuna. Atenazado por el dolor me desesperaba.
Luegocomprendí que aúnera afortunado porque me había quedado una piedra en la mano. La vida es un tesoro inmenso...pero a veces no hacemos otra cosa que tirarla. Queda una única piedra... Mi vida, nuestra vida aún se puede salvar, todavía es posible tener confianza, porque la bolsita de la vidano contiene sólo piedras.
Colaboración
Revista Pastoral Salesiana
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