jueves, 9 de septiembre de 2010

Mi hijo Christian, al morir imprevistamente, desafió mi Fe y la de mi familia.

Christian se ha ido a la Casa del Padre y su esencia permanece en nosotros.
Nuestra familia recibe la luz de sus huellas y está arraigada en el mundo sobrenatural, en el mundo de la fe.
De allí sacamos la fuerza para permanecer como una roca en medio del mar.

También agradecemos infinitamente al Padre bueno y misericordioso que lleva las riendas de nuestras vidas, que camina con nosotros.
Su Misterio de Amor nos cubre con el consuelo, la esperanza y la alegría:
“Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolaré a Ustedes”
(Isaías 66,13).

Después de haber pasado por la escuela del sufrimiento y experimentar el consuelo, todos decidimos ser ángeles consoladores para aquellos que nos necesitan, reconfortándolos con miradas protectoras, con palabras enaltecedoras, con manos prestas a brindar ayuda.

Además, tratamos de recordar siempre esta frase: “Revístanse, pues de misericordia, de amor...pero por encima de todo, tengan amor, que es el vínculo de la perfección”. (Colosenses 3,12-14)

Christian, no olvidamos y profundizamos tu esfuerzo para recorrer, del mejor modo posible, el camino del amor sincero, marcando que Dios se fija en nuestro corazón, no en nuestras fórmulas.

En esta comunicación, agradezco a nuestras Hijas de María Auxiliadora, sus oraciones y sus palabras de liberación.
En María, damos las gracias y pedimos que interceda por nosotros.

Stella Maris Vivares de Bovera y Familia






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